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lunes, 15 de abril de 2013

La generación Ni-Ni o el círculo vicioso de la desigualdad.


Por Arismendy Rodríguez
 


Los Ni-Ni constituyen aquel segmento de la juventud, de entre 12 y 24 años, que ni estudian ni trabajan. Esta situación representa un drama social que se torna epidemia en América Latina y que demanda un concienzudo análisis que permita determinar sus causas, características y posibles soluciones a corto, mediano y largo plazo porque de lo contrario nuestro futuro sería bastante incierto.

Según datos de la Corporación Latinobarómetro, el 21% de los jóvenes de América Latina son Ni-Ni. La República Dominicana es la campeona en este triste panorama, con un reprochable 34%, como se puede apreciar supera con creces a la media regional. Nos estamos refiriendo, en concreto, a un segmento social situado en una condición de vulnerabilidad grimosa, un ejército de jóvenes inmovilizados, con escasas o nulas posibilidades de desarrollar sus capacidades e integrarse productivamente a su comunidad.

El origen del fenómeno es complejo estructural y personalmente hablando. Dentro de las causas estructurales se observan limitaciones en el acceso a la educación, problemas de retención y, los que sobreviven al sistema chocan de frente con la falta de oportunidades reales de inserción en el aparato productivo. En cuanto a las causas de naturaleza personal o familiar encontramos con demasiada frecuencia familias disfuncionales y entornos familiares poco favorables. Conectando con este último aspecto, bien apuntaba el ministro de educación  de Costa Rica, Leonardo Garnier:  “Lamentablemente, hay muchos casos en los que se presenta un trágico círculo vicioso: hogares en los que la educación no es valorada, sino más bien menospreciada, en los que los padres se sienten incluso amenazados cuando los hijos estudian, pues ven en eso una forma de reproche; puede ser un ambiente poco propicio para evitar la condición de Ni-Ni “.

El sistema educativo en América Latina ha logrado avanzar en lo relativo al acceso a la educación, pero la deserción se erige actualmente en el verdadero talón de Aquiles y el dolor de cabeza para las autoridades o líderes del sector educativo. Los Ni-Ni abandonan los estudios por las pocas perspectivas de mejora a futuro de su calidad de vida, se lanzan al mercado laboral informal y por carecer de las capacidades técnicas necesarias, apenas sobreviven, constituyéndose esto en un círculo vicioso que trunca las posibilidades de que nuestros países den el salto cualitativo en la producción de riquezas. Es decir, muchos jóvenes no permanecen en el sistema educativo porque visualizan escasas oportunidades y no se insertan al aparato productivo en plenitud de condiciones por carecer de los conocimientos y formación requerida y, en esta dinámica van quedando excluidos o segregados, aumentando con ello la desigualdad, la pobreza y la marginación.

Por muchas razones el Estado debiera activar la alarma y actuar, en especial si se quieren contrarrestar los alarmantes niveles de violencia tan cacareado en estos días. Pues, si bien es cierto que no se ha podido establecer una relación de dependencia entre los Ni-Ni y el incremento de la violencia y la criminalidad, algunos estudios sí han comprobado la relación desigualdad-violencia social que es, prácticamente, lo mismo.

La problemática es seria y amenaza con profundizarse, pues, parece surgir otra generación todavía más perniciosa que la Ni-Ni. Se trata de la generación Ni-Ni-Ni, la que ni estudia, ni trabaja, ni le interesa ninguna de las dos anteriores, una generación que nace, crece, se reproduce y muere en completa apatía.

Entonces, ¿qué hacer? He ahí la cuestión. Existe cierto consenso en señalar que la fórmula inicial es ampliar la cobertura, calidad y pertinencia de la educación. Se debe vender bien la idea al colectivo social de que la educación es una vía potencializadora de mejoras en la calidad de vida, locomotora del bienestar individual y colectivo. Pero, concomitantemente, el sector empleador (público y privado) tiene el compromiso de ampliar las oportunidades de trabajo decente. Esta fórmula parece persuadirnos, pero sólo como medida preventiva. Pero, ¿qué hacer con los que ya son Ni-Ni?, respondamos con Garnier: “… una vez que se ha dado el abandono del sistema educativo, las estrategias deben ser distintas, incluyendo oportunidades de “educación abierta”, para que quienes abandonaron el estudio puedan completar su secundaria y tener oportunidades de educación técnica”.

Agregaría también la pertinencia de una alianza estratégica que involucre al Estado, al sector privado y la sociedad civil para respaldar y fomentar prácticas emprendedoras y creativas. Esto ayudaría a desterrar de la mente del que aprende el espejismo de que la única opción de bienestar y movilidad social es conseguir un empleo, induciéndole a emprender su propio proyecto de negocio.

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